La gestión de la demanda de energía se focaliza en la actuación sobre la forma de consumir de cada cliente en función de su sector de actividad.
Ajustar la demanda a las necesidades reales, optimizando el uso y la explotación de las instalaciones de energías renovables, aprovechando las tecnologías disponibles más eficientes, permite reducir el consumo de la energía y mejorar los costes asociados al aprovisionamiento energético.